Desde pequeños nos enseñaron a ingerir leche, primero de manera exclusiva durante nuestros primeros 6 meses de vida y posteriormente como uno de los alimentos más importante que nos aporta vitaminas y minerales en todas las etapas de la vida, con el objetivo de tener huesos fuertes y por consiguiente saludables. Sin embargo, nos preguntamos la razón por la cual existen personas que tras su ingesta presentan molestias gastrointestinales.
Iniciaremos hablando acerca de la lactosa, un carbohidrato (azúcar) que se encuentra en la leche y productos derivados de la misma.
En condiciones normales, la lactosa debe ser hidrolizada (digerida) por una enzima llamada lactasa que se encuentra en el borde en cepillo de los enterocitos del duodeno (células que recubren el intestino). De dicha hidrólisis (digestión) se producirá glucosa y galactosa, dos componentes de la lactosa que aportan efectos beneficiosos a nuestro organismo.
En ocasiones, la lactosa no puede ser hidrolizada (digerida) por la lactasa, llegando a las partes distales del intestino delgado y el colon donde las bacterias de la microbiota intestinal la fermentan generando signos y síntomas, tales como: meteorismo (distensión abdominal), flatulencia (pedo), borborigmos (ruidos intestinales), dolor abdominal, náuseas , vómitos y diarrea, en algunos casos se puede presentar constipación (estreñimiento) y en otros casos y con poca frecuencia se pueden presentar síntomas extraintestinales, tales como: cefalea (dolor de cabeza) mareos, pérdida de concentración, cansancio intenso, dolor muscular y artralgias (dolor en las articulaciones). Todo esto producido por el consumo de leche y sus productos derivados, tras la actividad deficiente de la lactasa en nuestro organismo y dando lugar a un síndrome denominado intolerancia a la lactosa.
La intolerancia a la lactosa es una enfermedad muy frecuente a nivel mundial sobre todo en países hispanoamericanos, asiáticos y africanos en donde la aparición de los síntomas es mucho más temprano que en países europeos y estadounidenses. Es una de las formas más frecuentes de intolerancia alimentaria y la forma más frecuente de intolerancia a los carbohidratos en la edad pediátrica. “En la medida que los niños van cambiando la leche por otros alimentos, su producción de lactasa disminuye“
La realidad es que la intolerancia a la lactosa es la causa que con más frecuencia limita el consumo de leche y sus derivados; a pesar de que presentar síntomas al consumir lácteos no significa digestión deficiente de lactosa porque existen otros componentes de la leche como las proteínas y los péptidos que se derivan de su digestión, que tienen la capacidad de producir molestias muy similares dando lugar a la intolerancia a la leche. Por lo que es posible que al consumir leche sin lactosa, presentes algún signo o síntoma gastrointestinal que no sea producto de la intolerancia a la lactosa.
Solo se debe de hablar de intolerancia a la lactosa cuando exista evidencia diagnóstica a través de pruebas objetivas de la incapacidad funcional de la lactasa para hidrolizar (digerir) lactosa. Razón por la cual te recomendamos que ante la aparición de cualquier signo o síntoma consultes a tu médico.